Ahi! Las Calles de Santo Domingo

El tiempo había hecho injusticia con la chica del sombrero rojo. Caminar se le había vuelto casi una misión imposible que era necesaria. Las calles oscuras de Santo Domingo eran propicias para ciertas practicas prohibías por las costumbres, pero aceptadas por las circunstancias.

Pobre aquel que nació sin medios ni voluntad para salir de su pobreza. Acaso deberíamos culpar al ladrón acecino que mata por migajas de pan para saciar el hambre, si entonces fuese así, los motivos serán eclipsados por los hechos y cada una de las cosas que han pasado se convertirán en abominación para nuestra conciencia.

La noche había tragado todo. Envolvió el espacio de una manera tan perfecta, que ya era parte de la ciudad. Aparentemente los faroles hicieron migas con los ladrones, y decidieron quedarse en sus casas. La chica se veía algo preocupada, al parecer estaba viendo cosas que perturbaban su mísera existencia. Trataba de caminar mirando todos lo que había a su alrededor.
Sospechando hasta de los inocentes pájaros que solo estaban en los árboles como testigos, como las gárgolas de la catedral.

Pero algo producto de su imaginación le perturbaba, miro a los lados, miro al frente y las vio: Las sombras. Se acercaban más y más hasta el punto de volverse humanos. Adquirieron la forma que ella temía.

Intento correr, correr como nunca lo había hecho en su vida. Las lágrimas marcaban su trayectoria, los pocos faroles que habían, le daban momentos instantáneos de luz. Los charcos malvados delataban su presencia, ¡y qué infortunio! el camino que escogió fue uno sin salida. Uno bueno para las sombras humanas. A partir de ahí se convirtió en una cliente más de la morgue.

A las 4 AM un cuerpo no identificado fue llevado a la Morgue de San Pedro. Su fisonomía delataba ciertos datos: Mujer caucásica, de solo unos 15-19 años de edad; estatura pequeña, unos 5´1-5´5, para ser más exacto y no llevaba nada más que la ropa que llevaba puesta.

-¿Por qué murió?-pregunto el doctor.

-Según la policía, algunos vecinos dijeron que a la chica le estaban atracando, aparentemente un celular.

-¿Esto quiere decir que los vecinos presenciaron el ataque?-Pregunta el Doctor.

Esto no le sorprendía para nada al doctor. Al Doctor no le preocupaba más ver niñas muertas a manos de hombres sin piedad. La sensibilidad es algo que se pierde con el tiempo y difícilmente vuelve a consolarte.

-Sí compadre, los vecinos lo vieron todo. Dicen que ellos la estaban persiguiendo pero que la muchacha no lo sabía, solo jugaron al papel del testigo invisible.

-¿Y no cree compadre que la vecindad debería ser arrestada?

-¿Y por qué Compadre?

-Bueno, si yo veo quien cometió el crimen y además de eso se que esta por susceder, y no hago nada, entonces soy tan culpable como quien lo cometió.

-Si entonces es así, todos somos culpables de los daños causados por otros…

1 comentarios:

14 de marzo de 2009, 15:56 Thiaggo dijo...

uffffff!! buenísimo ese cuento. me gustó mucho la crítica social que pusiste en el y ha decir verdad tienes razón en muchos aspectos de nuestra tierra de las maravillas.

si tu supieras, que tu en el cuento planteaste una discusión muy acalorada en la doctrina del derecho penal y es sobre si la omisión de terceros (En el cuento, los vecinos al no hacer nada. (En palabras más sencillas:P)) deben ser penalizados. Y yo soy de los que apoya que si deben de serlo.

en fin, Excelente! :D